martes

El Espejo (parte I)

por Valentín García.

Algo le despertó. Miro con ojos somnolientos el reloj luminoso de la mesita, para comprobar extrañado que eran 3.30 horas de la madrugada. Presto atención, pero no se oía nada, reinaba un silencio absoluto; aparentemente todo estaba normal, pero la sensación de que algo pasaba, de que algo no funcionaba bien, no le abandonaba, algo estaba ocurriendo. Presto de nuevo atención…… pero nada. Todo estaba en calma.

Se dio la vuelta en la cama intentando dormirse otra vez; cerró los ojos y trato de poner la mente en blanco. Trascurridos unos minutos, comprobó con malestar, que el sueño se había esfumado, que no era capaz de conciliarlo de nuevo. Seguía teniendo esa sensación desagradable de que estaba ocurriendo algo fuera de lo normal.

Malhumorado se bajo de la cama, se puso la bata, se calzo, y a oscuras salio de la habitación. No observo nada raro, todo estaba bien, quizás demasiado silencio. No se oía nada en absoluto, ni siquiera ese ruido ocasional que a esas horas suele producir el escaso trafico de la calle, pero bueno, aquello tampoco tenia nada de preocupante, mejor así.

Fue a la cocina, encendió la luz, se preparo un vaso de leche, se sentó y empezó a meditar que podía ser lo que le había desvelado.

De pronto, un rayo ilumino la estancia seguido de un trueno ensordecedor, y se quedo a oscuras,- ¡Joder!,! lo que faltaba, una tormenta, y encima se ha ido la luz!.

No le gustaba la oscuridad. De niño tenia que dormir con una pequeña luz encendida que le servia de guía cuando abría los ojos. Siempre le había dado miedo y ahora, a pesar de los años transcurridos, la seguía temiendo.

Trato de encontrar alguna vela que encender, pero no hallo ninguna. La luz de los relámpagos jugaba con las sombras, dando la sensación de que los objetos se movían, que tenían vida propia. Figuras fantasmales se movían por las paredes y entre los muebles. Estaba empezando a ponerse nervioso. Los relámpagos se producían a intervalos regulares, pero aun así le provocaban sorpresa y temor cada vez que sonaba un trueno.

Trato de orientarse en la oscuridad, extendiendo las manos para no tropezar. Aprovechaba cualquier estallido de claridad para situarse, pero cuando desaparecía el fugaz flas de luz, se encontraba de nuevo inmerso en la más absoluta negrura, no obstante, sus ojos retenían el movimiento grotesco y amenazante de las sombras que se reían de el. El nerviosismo inicial, estaba dando paso al miedo. Sintió un leve roce entre las piernas y asustado miro hacia abajo. No veía nada. Las movió, primero ligeramente y después con mas energía dando patadas contra el suelo.

Se desplazo con precaución un par de pasos a su derecha, y con las manos extendidas avanzo, intentado no tropezar. Estaba completamente desorientado. Hacia rato que no se producía ningún relámpago, y eso que al principio le había atemorizado, ahora lo echaba de menos.

Siguió caminando por lo que suponía debía ser el pasillo de la casa, ya que no encontraba ningún obstáculo en su avance. A la derecha, tenia que estar la habitación de su hijo. Presto atención intentando escuchar los pequeños ronquidos que hacia al dormir, pero no oyó nada. Con cuidado abrió la puerta, y a ciegas tanteo sobre la cama….! Estaba vacía! Aquello no era posible. Tanteo de nuevo hasta que se cercioro que, en efecto, no había nadie acostado. Un sudor frió se apodero de el.

De nuevo en el pasillo, trato de orientarse hacia la habitación de su hija. Se detuvo ante la puerta escuchando, pero tampoco se oía nada. Abrió para comprobar que su cama también estaba vacía. ¡Aquello no podía estar sucediendo!....!Era imposible que estuviese solo en la casa! La noche anterior, el había visto como se iban a dormir, después de despedirse.

Regreso a su habitación, temiéndose lo peor. Desgraciadamente pudo comprobar que sus temores eran ciertos….. ¡Su mujer también había desaparecido! Sollozando se dejo caer sobre el suelo apoyando la espalda contra la pared. Desesperado se masajeaba el cabello sin saber que hacer. No comprendía nada. Aquello debía ser una mala pesadilla, y en cualquier momento despertaría para comprobar que felizmente todos estaban a su lado, y que nada de todo aquello estaba sucediendo. Instintivamente cogio la medalla de la Virgen del Carmen que colgaba de su cuello, en solicitud de ayuda.

Desorientado, rodeado de la más absoluta oscuridad, se puso de pie caminando como un sonámbulo, sin preocuparse de si se daba algún golpe. Había perdido la noción del tiempo transcurrido. Pensó que ya no tardaría mucho en amanecer, y que con la luz del día, desaparecería aquella locura.

La tormenta había terminado, ningún relámpago iluminaba el interior de la casa. Todo permanecía a oscuras; el silencio se había apoderado de lo que le rodeaba, lo único que escuchaba eran los locos latidos de su corazón golpeándole inmisericorde contra las sienes. Estaba mareado, y la cabeza le dolía enormemente. Había perdido por completo el sentido de orientación e ignoraba en que lugar de la casa se encontraba.

Se devanaba los sesos tratando de encontrar una explicación a todo lo que estaba sucediendo; no había lógica alguna en lo que estaba pasando. ¡Tenia que haber alguna explicación!.... ¡Aquella oscuridad le estaba aterrorizando! Llego a dudar de su razón, pensó que se estaba volviendo loco.

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